11.2.09

Suciedad / Pepe Pereza

Calculó mal sus fuerzas al abrir la caja y todas las cerillas cayeron a los pies de la cama. Alargó el brazo, cogió uno de los fósforos caídos y se encendió un cigarro. Después de exhalar una calada de humo observó el suelo de la habitación, además de cerillas había pelusas de polvo, pelos y ácaros esparcidos por las baldosas, había varias servilletas de papel arrugadas con las que se había limpiado el semen después de masturbarse, llevaban días allí tiradas. Montones de ropa sucia se acumulaban por los rincones, los zapatos descansaban en mitad del cuarto, uno boca abajo y otro, a un metro de distancia, yacía de lado. Sobre la mesilla un cenicero lleno de colillas y ceniza, círculos secos de vino peleón que señalaban dónde había estado apoyada la botella, y sobre todo... polvo por todos los rincones... Sobre los libros, sobre la cama, entre las sábanas, encima de la lámpara... Toda la casa era un cuchitril, una cuadra.
Se sintió deprimido. Todas las noches antes de dormirse se prometía que por la mañana haría limpieza, pero cuando conseguía levantarse nunca tenía ni ganas ni fuerzas suficientes para afrontar la tarea que él mismo se había impuesto.
Desde que ella le dejó apenas tenía fuerza para moverse. Su vida era un completo desastre. Miró el retrato que estaba en la estantería, ella le sonreía desde dentro del marco. ¿Por qué seguía su foto allí? Ni siquiera él lo sabía. Cogió la botella y bebió hasta acabar el vino. En cierto modo se había abandonado a las circunstancias. El dolor y la depresión estaban acabando con él, y no oponía ninguna resistencia. Había dejado su trabajo y se mantenía encerrado en casa sin comer apenas, tratando de olvidarse del mundo, de su dolor, de la suciedad, de todo. Nunca contestaba al teléfono, ni abría la puerta a nadie. No quería que lo viesen en ese estado, quería sufrir su desesperación en soledad, sin estímulos que vinieran de afuera. Mientras la suciedad avanzaba como un ejército que ganase posiciones en el frente de batalla, conquistando cada centímetro de terreno y él dejandose morir como un miserable cobarde.

(Del libro inédito Amores Breves de Pepe Pereza)



3 comentarios:

Patricia Angulo dijo...

Está muy bueno el relato, pude verlo.

Besos.

pepe pereza dijo...

Si lo ves es que vamos por buen camino.
gracias Pato
un abrazo

Isla... dijo...

Ea!!

Creo que es el producto de algún estado mental.

El macro; reflejo del micro.

Un beso y amor ♥