No eran las ocho de la mañana cuando comenzaron los ruidos en la pared. Alguien al otro lado estaba taladrando un tabique y el estruendo era insoportable. Él se despertó malhumorado.
- Joder, es para denunciarlos.
Ella seguía durmiendo a pesar del alboroto.
(Amenazante) -Como me levante se van a enterar.
Ella arrugó su nariz y se dio media vuelta llevándose gran parte del edredón. Él sintió envidia de la placidez del sueño de su compañera. El ruido cesó de pronto y la tranquilidad y el sosiego regresaron al dormitorio. Él tiró suavemente del edredón y, una vez que hubo recuperado su parte, se acurrucó junto a ella tapándose la cabeza con la almohada e intentó seguir durmiendo. Con el calor que ella desprendía y el silencio reinante en la habitación pronto logró su objetivo. Soñó que el mundo era caliente y seguro, que todo era perfecto... hasta que el ruido regresó. La broca taladrando la pared le despertó de golpe, aquello fue como si un ingrato cualquiera le hubiera empujado a una piscina de aguas heladas.
-¡Joder! Ya están otra vez.
Perdió los nervios y se lio a golpear la pared con los puños cerrados.
(Gritando) -¡Como no pares con ese taladro voy a llamar a la policía!
El ruido se interrumpió de golpe. Él esperó, intuyendo que no duraría... Nada, silencio sepulcral, quizás habían captado su mensaje, el caso es que continuase así. Se volvió a tapar la cabeza con la almohada y en menos de un minuto ya estaba dormido. Ella caminaba por la orilla del mar, un mar azul celeste que parecía sacado de un lienzo impresionista, él la observaba tumbado en la arena, veía su figura recortándose contra el ocaso del día, en una aureola de luz ámbar y reflejos saltarines. No podía creerse la suerte que tenía, ella era una Diosa, una mujer que nunca hubiese imaginado tener y sin embargo, ya llevaban casi dos años de relación. Las olas que rompían en la orilla dejaban estelas de gotitas de agua en el aire que reflejaban pequeños arcos iris, dibujando una estampa de colores majestuosos... Un estruendo borró de golpe las coloridas pinceladas de su mente. El ruido de la broca taladrando la pared ocupó todos los rincones del dormitorio, él se incorporó y saltó de la cama.
-La habéis cagado, cabrones.
Salió del dormitorio, al rato entró con un martillo en la mano, se acercó a la pared y empezó a golpear con rabia. Ella se despertó.
-¿Me oís, cabrones? ¡Quiero dormir!
(Malhumorda) -Yo también quiero dormir.
-Llevan una puta semana haciendo agujeros en la pared.
-Metes tú más ruido que ellos.
(Indignado) -¿Cómo puedes decir eso...?
-Porque es verdad.
-Nunca te pones de mi parte.
-Déjame en paz, quiero dormir.
Los ruidos ya no le importaban. Se sintió tan dolido que no tuvo fuerzas para meterse de nuevo en la cama. Se vio reflejado en el espejo que colgaba de la pared del dormitorio, estaba ridículo blandiendo el martillo en calzoncillos, lo dejó resbalar entre sus dedos y cayó al suelo golpeando las baldosas.
(Sobresaltada) -¡¿Quieres dejarme dormir de una puta vez?!
-Yo sólo quería soñar contigo.
-Vete a la mierda.
Ella se cubrió la cabeza con el edredón, él salió de la habitación y se fue a dormir al sofá. Soñó con aviones y otras cosas. No era lo mismo.
(Del libro inédito Amores Breves de Pepe Pereza, clik aquí para leer otros Amores Breves)
- Joder, es para denunciarlos.
Ella seguía durmiendo a pesar del alboroto.
(Amenazante) -Como me levante se van a enterar.
Ella arrugó su nariz y se dio media vuelta llevándose gran parte del edredón. Él sintió envidia de la placidez del sueño de su compañera. El ruido cesó de pronto y la tranquilidad y el sosiego regresaron al dormitorio. Él tiró suavemente del edredón y, una vez que hubo recuperado su parte, se acurrucó junto a ella tapándose la cabeza con la almohada e intentó seguir durmiendo. Con el calor que ella desprendía y el silencio reinante en la habitación pronto logró su objetivo. Soñó que el mundo era caliente y seguro, que todo era perfecto... hasta que el ruido regresó. La broca taladrando la pared le despertó de golpe, aquello fue como si un ingrato cualquiera le hubiera empujado a una piscina de aguas heladas.
-¡Joder! Ya están otra vez.
Perdió los nervios y se lio a golpear la pared con los puños cerrados.
(Gritando) -¡Como no pares con ese taladro voy a llamar a la policía!
El ruido se interrumpió de golpe. Él esperó, intuyendo que no duraría... Nada, silencio sepulcral, quizás habían captado su mensaje, el caso es que continuase así. Se volvió a tapar la cabeza con la almohada y en menos de un minuto ya estaba dormido. Ella caminaba por la orilla del mar, un mar azul celeste que parecía sacado de un lienzo impresionista, él la observaba tumbado en la arena, veía su figura recortándose contra el ocaso del día, en una aureola de luz ámbar y reflejos saltarines. No podía creerse la suerte que tenía, ella era una Diosa, una mujer que nunca hubiese imaginado tener y sin embargo, ya llevaban casi dos años de relación. Las olas que rompían en la orilla dejaban estelas de gotitas de agua en el aire que reflejaban pequeños arcos iris, dibujando una estampa de colores majestuosos... Un estruendo borró de golpe las coloridas pinceladas de su mente. El ruido de la broca taladrando la pared ocupó todos los rincones del dormitorio, él se incorporó y saltó de la cama.
-La habéis cagado, cabrones.
Salió del dormitorio, al rato entró con un martillo en la mano, se acercó a la pared y empezó a golpear con rabia. Ella se despertó.
-¿Me oís, cabrones? ¡Quiero dormir!
(Malhumorda) -Yo también quiero dormir.
-Llevan una puta semana haciendo agujeros en la pared.
-Metes tú más ruido que ellos.
(Indignado) -¿Cómo puedes decir eso...?
-Porque es verdad.
-Nunca te pones de mi parte.
-Déjame en paz, quiero dormir.
Los ruidos ya no le importaban. Se sintió tan dolido que no tuvo fuerzas para meterse de nuevo en la cama. Se vio reflejado en el espejo que colgaba de la pared del dormitorio, estaba ridículo blandiendo el martillo en calzoncillos, lo dejó resbalar entre sus dedos y cayó al suelo golpeando las baldosas.
(Sobresaltada) -¡¿Quieres dejarme dormir de una puta vez?!
-Yo sólo quería soñar contigo.
-Vete a la mierda.
Ella se cubrió la cabeza con el edredón, él salió de la habitación y se fue a dormir al sofá. Soñó con aviones y otras cosas. No era lo mismo.
(Del libro inédito Amores Breves de Pepe Pereza, clik aquí para leer otros Amores Breves)
4 comentarios:
Yo tenía un vecino que me tiraba pinzas a la ventana (le llamé "El Pinzas", claro), porque pensaba que era yo quien hacía ruido en la pared. No era así, era el otro vecino.
Me despertó de más de un sueño y mis brocas con ella consistían en el hecho de que ella no quería que le dijera nada.
En el ascensor nos mirábamos desafiantes, El Pinzas y yo. Y a ella le preocupaba más mi reacción que las pinzas golpeando la ventana. Pero no fui nunca al sofá (por eso) ni soñé con aviones ni cosas parecidas. Soñé que le daba de hostias un día en el ascensor y le hacía tragarse todas las pinzas del colgador.
Me ha encantado...Chuff!!
La vida misma.
Veo los aviones volando con metralletas y él apuntando a los vecinos... Pero qué feliz es ese hombre de tener una mujer que surge de la espuma de las olas del mar! (la imagen en el cuento es aún mucho más bella) Y que pared fuerte soportando el martillazo!
Un beso
!!jaja!!
Malditos ruidos.
Dormir al lado de mi marido
sentir su cuerpo calientito
es uno de los placeres mas exquisitos que vivo,
y dormir a su lado
Sin ruidos...
¿qué me dices, cuando los perros del vecino ladran, o a un gato le da con maullar a las tres de la mañana...???
Besos.
Gracias a los tres por dejar aquí vuetros comentarios...
Besos
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